Para que el Yodo cumpla con su función para el organismo, la ingesta diaria recomendada según las autoridades europeas es de 130 microgramos para adolescentes y adultos y 200 microgramos en mujeres embarazadas y lactantes.
Esta cantidad es tan pequeña que se puede llegar a obtener únicamente incluyendo en nuestra dieta sal yodada para condimentar los platos. La sal yodada es uno de los principales alimentos ricos en yodo aunque otras fuentes alimentarias de yodo las constituyen principalmente los mariscos, las algas, los pescados de agua salada como el bacalao, las carnes y los huevos.
También son ricos en el contenido de yodo los cereales, los lácteos, vegetales como berro, espinacas, remolacha, pepino, cebolla y acelga y las frutas como limón, tomate, manzana, peras, naranja, moras y piña,
La toxicidad del yodo (iodo) se presenta al superar una ingesta de 1000 microgramos diarios y los efectos tóxicos del yodo (aunque no se suelen dar en los niveles de alimentación usuales) podrían producir bocio, el bocio es una malformación en la glándula tiroides a consecuencia de un aumento patológico en la secreción de hormonas tiroideas.
Por el contrario, el
déficit de yodo en el organismo provocaría hipotiroidismo y el hipotiroidismo comporta pérdida del apetito,
aumento del peso por ralentización del metabolismo, sueño excesivo… entre otros
síntomas.
La deficiencia de yodo también causa problemas en el crecimiento tales como cretinismo, lesiones cerebrales en el feto y problemas de cognición durante la infancia.
El déficit de Yodo en el embarazo repercute negativamente en el desarrollo del feto.
También se han encontrado relaciones entre el déficit de yodo y la enfermedad de la gota.
Las personas con patologías en la glándula tiroides deben supervisar juntamente con un endocrino sus pautas dietéticas.