Existen dos tipos de fibra, la soluble y la insoluble. Cada una se
comporta diferente y brinda beneficios en distintos aspectos de la salud.
Es importante saber que sólo los
vegetales sin refinar y las algas
aportan fibra, bien sea de un tipo, del otro o de ambos.
Los beneficios de la fibra soluble en el control del nivel de triglicéridos en sangre, así como su efecto protector frente a subidas o bajadas bruscas de glucosa, se debe a que ralentizan e incluso dificultan en parte la asimilación de los azúcares en el intestino, al formar una especie de gel por absorción de agua.
El tránsito intestinal se ve regulado por los alimentos ricos en fibra insoluble por la función de arrastre que este tipo de fibra realiza, sin tener efecto laxante. En consecuencia, el consumo de fibra no irrita las mucosas intestinales.
Los alimentos ricos en fibra soluble son los cereales y las legumbres, en especial la avena integral, así como algunas frutas y hortalizas, de entre las que destacan las manzanas y las ciruelas junto con las zanahorias.
Los beneficios de la fibra insoluble se pueden aprovechar consumiendo todo tipo de sustancias de origen vegetal sin refinar, aunque las mayores concentraciones se encuentren en los cereales integrales, en las legumbres, en las frutas con piel y en algunas semillas como las de plantago ovata.
Es importante que exista un equilibrio entre el aporte de fibra soluble y el de fibra insoluble. La proporción ideal se inclina a favor de la fibra insoluble en una relación de 3 a 1, aproximadamente. Este equilibrio debe alcanzarse de manera ponderada, no es necesario conseguirlo todos los días.