El pomelo tiene por cada cien gramos, noventa gramos de agua, no llega a un gramo de proteínas, unos cinco gramos de hidratos de carbono, no llega a uno de fibra. Esta fruta contiene 22 kilocalorías por cada 100 gramos, es muy rico en vitamina C sobretodo, pero también contiene otras vitaminas como: B1, B2, y algunos minerales como calcio, fósforo, potasio, magnesio, azufre, cloro, hierro, cobre o manganeso.
El pomelo actúa como diurético, de manera que ayuda mucho a la eliminación de toxinas, también activa las funciones renales, las digestivas y las hepáticas como hemos comentado anteriormente.
Otra acción del pomelo es la de activar las glándulas suprarrenales (esto resulta imprescindible a la hora de obtener niveles de energía durante el día funcionales).
Por otro lado, el pomelo es antihemorrágico y además mejora la evolución de las prostatitis o inflamaciones de la próstata. Por su acción digestiva, ayuda a la eliminación de muchos de los parásitos intestinales y estimula la génesis de los glóbulos blancos (que ayuda asimismo en la acción anterior). Es refrescante, y además el pomelo tiene un efecto positivo sobre la hipertensión, ya que disminuye este rango cuando se encuentra alta.
Esta fruta esta aconsejado en los problemas pulmonares y
respiratorios. Esto es sobretodo cuando tenemos las defensas bajas (por lo que
hemos comentado de los glóbulos blancos y su formación).
También cuando veamos
que se han formado cardenales o hematomas con frecuencia por su efecto
antihemorrágico. Por la acción del pomelo
sobre las glándulas suprarrenales lo recomendamos en el cansancio, en las
digestiones pesadas o en la obesidad.
Como el sabor del pomelo es muy ácido y amargo se puede diluir en agua y añadir azúcar para paliarlo.