La miel es un alimento 100% natural no caduca nunca, al menos la miel encontrada en las tumbas de los faraones del antiguo Egipto conserva intactas sus virtudes. La solidificación del producto es muestra de su pureza y retorna al estado fluido inicial al calentarla al “baño María”.
La miel posee actividad antibiótica natural gracias a unas sustancias llamadas inhibinas. Tal es su eficacia, que los microbios no sobreviven más de unas pocas horas en miel. Sus efectos antibióticos pueden variar ligeramente en función de las flores visitadas por las abejas. Donde sí se aprecian mayores diferencias es entre las mieles recolectadas de manera artesanal y las destinadas a la venta al por mayor, pues en este último caso sacrifican propiedades medicinales y nutritivas en busca de una presencia más fluida.
Las propiedades antisépticas y antibióticas de la miel se aprovechan tanto por su uso local, aprovechando de paso sus virtudes cicatrizantes, como por el consumo habitual. Se recomienda su uso en todo tipo de llagas, incluyendo las del pezón y las aftas bucales (en este caso se emplea miel rosada).
Entre los beneficios de la miel más conocidos está la de aliviar infecciones de garganta y faringe por su efecto demulcente. Las propiedades expectorantes de la miel completan su actividad medicinal en todo tipo de afecciones respiratorias tanto infeccioso o irritativo.
Por sus enzimas, que la hacen un alimento digestivo, y su elevado contenido en azúcares de diversa velocidad de absorción resulta un alimento muy indicado en caso de fatiga física o para deportistas. Entre las propiedades nutritivas de la miel está su capacidad remineralizante del organismo así como su aporte de vitaminas del grupo B. Sólo deberán tener cuidado con su consumo los diabéticos.
La miel es además un alimento depurativo, pues favorece la actividad hepática.
E incluso se estudia si sus propiedades antiinflamatorias podrían ser de utilidad en procesos reumáticos.