La grosella es el fruto del grosellero, un arbusto que se da en la mayor parte de Europa y Asia, así como en las zonas templadas o frías de América. Existen varios tipos, siendo las propiedades medicinales de la grosella negra las más apreciadas, si bien es esta variedad la de sabor menos delicado.
Las grosellas son un tipo de baya y como es habitual en estos frutos, aportan importantes cantidades de vitamina C y de otros antioxidantes. Tal es así, que pocas personas soportan consumir la grosella cruda y sin ningún tipo de mezcla, de ahí que para aprovechar los beneficios de las grosellas se suela recurrir a jarabes, confituras o frutos multifruta.
Entre los antioxidantes de las grosellas, además de la citada vitamina C y la vitamina A, que explican sus propiedades preventivas frente a infecciones respiratorias y problemas de la piel, cabe destacar los flavonoides y las antocianinas, cuya proporción será variable en función del tipo de grosella.
Los flavonoides son protectores del sistema circulatorio y presentan también propiedades antitumorales mediante su consumo continuado.
Las antocianinas otorgan un matiz azulado a los vegetales que las
contienen y destacan por su acción protectora de los vasos sanguíneos más
pequeños y por prevenir enfermedades degenerativas de la visión.
Pero existen bayas muy similares en aspecto a las grosellas que sí resultan tóxicas, y por ello no deben recogerse grosellas silvestres salvo que se conozcan bien las diferencias entre ambos frutos.