Desde la época romana se le atribuye a la rosa mosqueta o escaramujo propiedades casi mágicas, por favorecer el restablecimiento de la salud, además de utilizarse en las preparaciones culinarias, como un factor nutricional muy especial para los meses de invierno.
Su extremada riqueza en vitamina C, le brinda efectos contundentes para fortalecer las defensas, así como para restaurar los tejidos lesionados, por ello se indica en medicina natural para el tratamiento natural de las ulceras pépticas, duodenales o externas.
Según un estudio reciente se demostró que el extracto de rosa mosqueta es capaz de proteger los tejidos del estómago, evitando o previniendo la formación de úlceras gastrointestinales, debido a su composición que combina a la vitamina C con otros fitoquímicos como los taninos y un principio activo antiinflamatorio llamado “Gopo”, que proporcionan a la hierba sus propiedades saludables, que además han demostrado capacidad para proteger contra el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
Las cantidades de ácido ascórbico (vit. C) contenidos en la rosa mosqueta son mayores a las contenidas en los cítricos, lo cual nos brinda una idea de su fuerza medicinal, así como su sabor amargo es indicador de su capacidad astringente o antiinflamatoria, haciéndola muy indicada para los casos de enterocolitis, litiasis renal, disquinesia biliar, entre otras muchas patologías que encuentran alivio en este fruto rojo brillante, utilizado también por los indios americanos para fortalecer la sangre.
Esta condición como poderoso antiinflamatorio natural que ofrece la rosa mosqueta, hace que sea de gran ayuda en el tratamiento de enfermedades reumatoides, como es el caso de la osteoartritis, una de las patologías más dolorosas y comunes entre las personas de la tercera edad.