Científicamente está demostrado que al consumir soja los resultados positivos
de reducción del colesterol aparecen a partir de un
nivel de 240 mg/dl del lípido en la sangre del paciente. Obviamente esto no es
un dato que pueda estandarizarse. En pacientes estudiados en los que el nivel
de colesterol rondaba el valor deseado de unos 200 mg/dl, el consumo de soja completó
una dieta sana, pero no redujo el colesterol. En otro muestreo con
pacientes con un nivel de colesterol superior a los 240 mg/dl
antes citados, se observó que el consumo de los 25 gramos de soja recomendados al día
contribuyó a disminuir visiblemente el colesterol total y el colesterol
LDL
(o “malo”). Eso es lo que reduce a su vez el riesgo de enfermedad
cardiovascular.
Esto sucede porque la soja es la
única legumbre cuyas proteínas son similares
a las que puede tener el huevo, la leche o la carne. Por esto, la proteína de la soja es la única proteína vegetal capaz de substituir a
los aminoácidos presentes en estos otros alimentos, que son los que necesita
nuestro organismo. De esta manera, podemos eliminar alimentos que en demasía elevan nuestro colesterol sin faltar a
un correcto aporte nutricional
deseable en una dieta equilibrada.
Para los deportistas, además, resulta perfecta, ya que si unimos lecitina de soja con el ejercicio físico aeróbico regular, caerán drásticamente los valores de colesterol, y mejorará las patologías relacionadas con este problema, incluso pudiendo prescindir de la farmacología, que tiene efectos secundarios desagradables.
Agregar soja a la dieta como complemento a los medicamentos para el colesterol excesivo, si bien no los elimina, ayuda a disminuir las dosis necesarias, y mejora el pronóstico de riesgo cardiovascular.