La soja contiene fitoestrógenos, unas moléculas de origen vegetal, como su nombre indica, muy similares en su estructura química a las hormonas estrógenos que tanto hombres como mujeres tenemos, aunque predominan en las féminas. Al no tratarse de moléculas idénticas nunca podrán sustituir las unas a las otras de manera eficaz, no obstante, el consumo de productos de soja puede “engañar” un poco al organismo, haciéndole creer que contiene más estrógenos de los que en realidad tiene. Por este motivo se recomiendan suplementos de soja a mujeres premenopáusicas y en el periodo del climaterio, para aprovechar los beneficios de la soja como fuente de “hormonas femeninas” (que no son tales).
Las propiedades medicinales de la soja son numerosas, pero hay quien se plantea qué ocurre al organismo si se le suministran estas hormonas vegetales tan similares a las nuestras a una persona durante toda su vida. Los estudios clínicos realizados han demostrado que cuando el consumo habitual de productos de soja comienza antes de la pubertad, las niñas se desarrollan ya con cierta protección frente a los tumores femeninos, especialmente el cáncer de pecho. Y si el consumo de soja continúa, para cuando alcancen la menopausia tendrán muchas menos molestias asociadas al proceso de cambio que quienes han comenzado a ingerir soja más tarde, o no lo han hecho.
En cuanto al caso inverso, qué sucede con personas que introducen en su dieta la soja ya en la edad adulta, no existen pruebas que relacionen el consumo de soja con una menor incidencia de tumores femeninos. Lo que sí sucede es que el aprovechamiento de los beneficios de la soja para la mujer es inferior, comparado a consumirlo desde edad temprana, y dependerá del propio paciente: mientras a algunas mujeres les ayuda, a otras no les hace efecto, aún no se conoce bien el motivo.
Debe aclararse que este artículo trata de los efectos del consumo de soja y derivados de manera natural, como parte de la dieta, y no de concentrados de fitoestrógenos obtenidos en laboratorio.