La sandía es un alimento rico en carotenoides, que le aportan el color rojizo a su pulpa, muchos de los cuales pueden ser transformados por el organismo en vitamina A. La vitamina A es esencial para la vista y para el correcto estado de piel y mucosas, ayudando a prevenir gripes y resfríos.
Otro de los carotenoides en los que es rica la sandía es en
el licopeno, antioxidante
de acción preventiva frente a tumores y sustancia que el organismo es
incapaz de sintetizar.
Otra de las propiedades del licopeno es su caracter de protector del sistema
cardiovascular. Pese a ser más rico en licopeno el tomate, la sandía, al
ser consumidas en cantidades superiores por su escaso aporte calórico y su baja
acidez, resulta una fuente nada desdeñable de licopeno.
De igual manera, por el tamaño de las raciones consumidas de sandía, el aporte de vitamina C es considerable y por ello, al actuar de manera conjunta con la vitamina A, se puede añadir a los beneficios de la sandía el de prevenir infecciones del aparato respiratorio además de incrementar las defensas de manera general.
En relación con el aparato digestivo, la sandía es una fruta indicada para personas con problemas de digestión. Su acción laxante, debida a su contenido en fibra insoluble, es muy suave. Las pepitas de la sandía no son tóxicas, lo habitual es no ingerirlas, pero no suponen una amenaza para la salud en modo alguno.