Hay varias clases de remolacha, aunque las más conocidas son la remolacha roja (redondeada) y la remolacha blanca (más apepinada).
Tanto la remolacha roja como la remolacha blanca son muy dulces y de hecho se trata de una fuente de un azúcar más fácil de procesar por nuestro cuerpo que la de caña. Otra de las sustancias que tiene en demasía es el almidón.
En el sentido culinario, la remolacha roja es más gustosa que no la remolacha blanca de forma que se utiliza más como hortaliza fresca (para ensaladas, por ejemplo) o entre los fogones. Su hermana en cambio, está más bien destinada de forma exclusiva a la extracción de azúcar o para la alimentación de animales. Si lo observamos desde un punto de vista nutricional, la remolacha roja resulta más beneficiosa por sus variadas propiedades medicinales.
La remolacha roja sobresale por ser un anticancerígeno muy potente. Este potencial anticancerígeno se debe a que es muy rica en flavonoides, destacando su pigmento rojo, la betanina. Está demostrado mediante estudios en personas y animales, que comer la remolacha roja, ayuda a prevenir e inhibir la aparición de tumores cancerígenos. De esta manera, la ingesta de remolacha roja junto con otras plantas anticancerosas (tomates, cebollas, chirimoyas, pepinos…) ayudan a mantener el organismo depurado y a la prevención del cáncer. Por su alto contenido en folatos también es un buen preventivo de disfunciones cardiovasculares.
Además de sus propiedades como anticancerígeno y beneficios cardíacos, la remolacha roja resulta un perfecto mineralizante del organismo. Se trata de un alimento rico en hierro (también en este caso por los folatos), esto la hace adecuada para que las mujeres la tomen, sobretodo durante el embarazo y la menstruación.
Además, la remolacha roja tiene propiedades rejuvenecedoras y comerla puede mantenernos jóvenes más años. Esto se debe a que tiene mucho ácido fólico en su composición el cual participa en la formación de células nuevas y hematíes (glóbulos rojos).