En tiempos antiguos los árabes utilizaban la espinaca asiduamente para tratar afecciones de la garganta y los pulmones, pero en la actualidad la espinaca se ha convertido en objeto de intensos estudios, ya que posee propiedades anticancerígenas, las cuales pueden atribuirse a su gran contenido de hierro biodisponible o natural, que brinda una mayor oxigenación celular previniendo la enfermedad, además de ser muy recomendada para los niños pequeños, ya que el tipo de hierro que se vende en farmacias tiene efectos secundarios graves, si se administra inadecuadamente.
Además de minerales y vitaminas, las espinacas también contienen ácido oxálico, una sustancia que inhibe la absorción de calcio en el cuerpo, por ello se recomienda nivelar este nutriente reforzándolo cuando se consume la hierba más de una vez a la semana.
La espinaca contiene una impresionante gama de sustancias activas que son indispensables para el cuerpo humano, tales como sales minerales (sodio, potasio, calcio, fósforo, magnesio, azufre, hierro, zinc, manganeso, yodo, cobre), vitaminas (C, B1, B2, B6, PP, E, K, ácido fólico, vitamina A), clorofila, aminoácidos como la arginina y lisina, pero también contiene lípidos, prótidos y fibra, toda una composición que brinda fortaleza al organismo en todos sus niveles.
El magnesio contenido en las espinacas ayuda a prevenir la diabetes, el yodo ayuda a tratar enfermedades de la piel y fortalece el sistema inmunológico, la vitamina K contribuye a la resistencia ósea, la vitamina B mejora la actividad cerebral, ayuda a mantener la firmeza de la piel y controla el insomnio; el potasio estimula el músculo cardiaco, el beta-caroteno previene problemas de la vista y el azufre fortalece el cabello y las uñas.