En el grosellero negro se aprovechan diferentes partes con fines curativos: las hojas y brotes por un lado, y los frutos por otro, e incluso el aceite obtenido de las semillas.
Los frutos son muy ricos en vitamina C, por ello antiguamente se consumían para prevenir el escorbuto. También son ricos en vitaminas del grupo B así como en magnesio, lo que le confiere propiedades muy beneficiosas para el sistema nervioso. Otros componentes de las bayas son los flavonoides y los antocianatos. Estos dos tipos de compuestos otorgan a los frutos propiedades antiinflamatorias y preventivas ante diversos tipos de cáncer, así con un efecto antioxidante y antienvejecimiento y el beneficio de cuidar los capilares, mejorando problemas de visión. Los taninos le confieren propiedades astringentes, adecuadas para combatir procesos diarreicos no infecciosos.
No obstante, son las hojas de esta planta las que se siguen empleando con frecuencia por sus notorias propiedades antiinflamatorias. Las hojas y los brotes del grosellero negro son también ricas en flavonoides (rutósico, quercetina e hiperósido) así como en taninos y, nuevamente, vitaminas C y del grupo B.
La quercetina es el principio activo responsable de las intensas propiedades antiinflamatorias y los beneficios del grosellero negro cuando se emplea para aliviar procesos de reuma, artrosis o artritis. Además la misma molécula posee una acción analgésica, muy interesante para tratar las patologías que cursan con dolor.
A la larga lista de propiedades medicinales del grosellero negro se le suma la de ser un eficaz diurético, favoreciendo a la vez la eliminación de toxinas en el organismo, en especial ácido úrico. De ahí su uso en pacientes afectados de gota. También permite regular los niveles de colesterol.
Los tratamientos con esta planta no deben administrarse ni a embarazadas ni a mujeres en periodo de lactancia, por no disponer de datos suficientes en este aspecto.