La malva, cuyo nombre científico es Malva sylvestris es rica en vitaminas A, B1, B2 y C y sus principios activos (taninos, aceites esenciales y mucílagos) se encuentran en las flores y las hojas.
La malva está indicada para tratar afecciones de la piel, obteniéndose muy buenos resultados en los casos de heridas, forúnculos, eczemas, úlceras, llagas y picaduras producidas por insectos, ya que su contenido de mucílago aporta cualidades protectoras.
A nivel respiratorio, puede utilizarse en pacientes con asma, faringitis y bronquitis, así como en caso de tos persistente, catarro (es expectorante) y disfonías.
Otra propiedad medicinal de la malva es la de tratar la inflamación gastrointestinal, problemas de aumento o disminución del tránsito digestivo (diarrea o estreñimiento) ya que regula esa actividad, y en reflujo esofágico.
También los beneficios de la malva abarcan las hemorroides, vaginitis, y afecciones del aparato urinario como inflamación de uretra, riñones, vejiga y cuando hay producción escasa de orina.
Las formas de aplicación y administración son variadas. En caso de enfermedades digestivas o urinarias generalmente debe ser ingerida como infusión, 2 a 3 veces al día.
Para la piel, se emplea bajo la forma de compresas embebidas en la infusión, lavados o cataplasmas.
Se ha descrito la acción inmunoestimulante de la malva utilizada como extracto hidro-alcohólico.
Es una planta con muchas propiedades y prácticamente sin contraindicaciones, por lo que su uso debe tenerse en cuenta ante cualquiera de estos padecimientos.