Las avellanas son uno de los frutos secos con mayor aporte de lípidos, siendo estos lípidos monoinsaturados, que explican los beneficios de las avellanas a la hora de regular los niveles de colesterol y los triglicéridos en sangre. Por su contenido en grasas constituyen además un excelente aporte de las vitaminas liposolubles A y, especialmente, la E. La vitamina A previene problemas visuales y ayuda a la salud de la piel, evitando su sequedad. La vitamina E es antioxidante y antienvejecimiento, y su carencia aumenta la probabilidad de sufrir infertilidad.
Las avellanas presentan el beneficio añadido de ser una importante fuente de calcio y prevenir por tanto problemas óseos como la osteoporosis. El aporte de este mineral de las avellanas es particularmente interesante para aquellas personas que no pueden consumir lácteos.
Los beneficios nutricionales de las avellanas se completan con un buen aporte de magnesio, fósforo y potasio. Su aporte en los dos primeros asegura, junto con su contenido en vitaminas del grupo B, el buen funcionamiento del sistema nervioso. El magnesio es además indispensable para la salud de la piel y para el buen estado de los músculos, siendo uno de los síntomas más frecuentes de su carencia los calambres y la fatiga, tanto física como mental. El potasio ayuda a prevenir la retención de líquidos y la hipertensión.
Como beneficio adicional, las avellanas aportan ácido fólico, vitamina antianémica imprescindible durante el embarazo para prevenir la espina bífida en el futuro bebé.
Por todo ello, los beneficios de las avellanas son especialemente aprovechados por embarazadas, deportistas, personas sometidas a estrés, personas con factores de riesgo cardíaco, niños en edad de crecimiento y mujeres postmenopaúsicas.
El riesgo de hipervitaminosis, algo posible en el caso de las vitaminas liposolubles, es casi nulo cuando su aporte proviene de los alimentos y no de suplementos con dosis excesivas.