Del krill se extrae un aceite donde se concentran la mayoría de sus propiedades medicinales. El aceite de krill es rico en ácidos grasos omega 3 (EPA y DHA) y omega 9, en fosfolípidos, antioxidantes y vitamina A.
Los ácidos grasos omega 3 le permiten controlar los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre así como asegurar, junto con los fosfolípidos, el correcto funcionamiento de las células nerviosas en lo referente a la transmisión de los impulsos y el correcto estado de las vainas de mielina. Además el DHA es imprescindible para la correcta formación del cerebro en los futuros bebés, por lo que suelen recomendarse suplementos de esta sustancia a mujeres embarazadas.
La vitamina A explica los beneficios del krill en lo referente a la prevención de enfermedades de la vista y a la salud de la piel.
Pero además el aceite de krill posee propiedades antiinflamatorias al ser una importante fuente de glucosamina. Por ello se emplea su consumo en periodos largos de tiempo para aliviar los dolores en enfermedades articulares: reuma, artrosis y artritis.
Otro de los beneficios del krill es su capacidad para reducir las molestias del síndrome premenstrual.
La parte dura externa del krill es rica en chitosán, una sustancia empleada para facilitar la eliminación de las grasas y la pérdida de peso.
El krill puede consumirse de manera directa, pulverizado o en forma de cápsulas con su aceite o su caparazón.
Deben evitar el consumo de krill y derivados las personas alérgicas al marisco.