Estos dos minerales trabajan juntos para fortalecer el sistema óseo y mantener la salud cardiaca, pero además sus funciones en el organismo son mucho más amplias de lo que imaginamos y una deficiencia de uno de ellos desequilibrará al otro, situación que se traduce en consecuencias graves o enfermedades.
El calcio se asocia principalmente con los huesos, pero sus funciones se extienden mucho más allá de la regeneración ósea, ya que también apoya la función vascular, favorece la transmisión nerviosa, estimula la secreción hormonal y el buen funcionamiento muscular, siendo la dosis diaria recomendada (RDA), entre 1.000 y 1.200 miligramos para que cumpla correctamente con todas sus funciones corporales.
La mejor forma de aumentar naturalmente el calcio es a través del consumo de alimentos tales como los lácteos (desgrasados), queso y yogurt, pero además se encuentra en las verduras de hoja verde oscuro como las espinacas, el brócoli y la col, en gran proporción, entre los cereales la avena y las semillas de sésamo son muy ricas en calcio, así como las sardinas entre los pescados.
El magnesio se encarga de potenciar al calcio fijándolo en los huesos, pero además se encarga de estimular la función muscular, mantener el corazón latiendo normalmente, regular el azúcar en sangre y estimular el sistema inmune. El magnesio ayuda también a mantener una presión arterial equilibrada y aumenta la energía, siendo su dosis diaria recomendada entre 310 y 420 miligramos.
Podemos encontrar abundante magnesio en las almendras y la avena, cuya combinación conforma uno de los desayunos más saludables, así como en la mayoría de los frutos secos se encuentra cantidades importantes de este mineral esencial. Otras fuentes vegetales de magnesio son las espinacas, patatas y frijoles.