A partir del siglo XX, los jugos de vegetales fueron incorporados a las dietas como suplementos nutricionales, haciéndose muy populares para un estilo de vida saludable y uno de los más destacados fue el jugo de lechuga, ya que esta planta reúne propiedades muy utilizadas por la medicina natural, particularmente de carácter calmante.
La lechuga forma parte del genero Lactuca, siendo la más conocida la especie “Lactuca sativa”, variedad nativa de Oriente Medio y la zona Mediterránea, utilizada ya en el antiguo Egipto al encontrarse en grabados que datan del 2500 aC, y que muestran su utilización en recetas magistrales.
Para las dietas macrobióticas los jugos exprimidos representan potentes desintoxicantes naturales, específicos para llevar a cabo la limpieza de los órganos, en especial la del hígado, así como para la depuración celular, así como también en un estudio publicado en el "American Journal of Medicine", se concluye que los jugos de frutas y verduras poseen la capacidad de retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer.
Según muchos expertos en nutrición la lechuga contiene una amplia gama de vitaminas, minerales y nutrientes, que es similar entre la mayoría de las variedades, tales como el calcio, magnesio, potasio, vitamina A, vitamina C y vitaminas B, todo ellos facilitan múltiples procesos biológicos en el organismo contribuyendo a la buena salud.
El calcio contenido en la lechuga favorece la estructura dental y la salud ósea, al potenciarse con la presencia de magnesio también contenido en el vegetal, combinación que estimula las defensas orgánicas y la función muscular, al evitar los calambres.
El potasio favorece la respiración celular, previniendo los problemas circulatorios y favoreciendo la salud cardiovascular.
En el jugo de lechuga podemos encontrar vitaminas del complejo B consideradas como las más importantes del grupo y son; las vitaminas B-1 o tiamina, B-2 o riboflavina, B-3 o niacina, B-5 o ácido pantoténico, B-9 o ácido fólico y B-12 o cobalamina.
Este conjunto vitamínico favorece los procesos metabólicos, hormonales y la producción de células sanguíneas, así como el funcionamiento del corazón, los riñones, tiroides, ojos, piel y el hígado.