En términos de energía el cerebro requiere de glucosa para llevar a cabo correctamente sus funciones y ésta se metaboliza fácilmente de los hidratos de carbono, pero también para su protección necesita varias vitaminas y antioxidantes, cuya provisión dependerá de los alimentos más ricos en dichas sustancias.
Los granos enteros como el trigo, la avena, la cebada y el mijo, contienen un tipo de carbohidratos saludables de fácil digestión que producen energía inmediata al transformarse internamente en glucosa. Los granos integrales pueden consumirse en forma de productos elaborado como panes horneados, galletas y directamente cocidos para ser agregados a desayunos y sopas.
La glucosa es el combustible principal para el cerebro y por lo menos 100 g de hidratos de carbono necesitan ser consumidos diariamente para proporcionar suficiente provisión que permitirá llevar a cabo las funciones cerebrales correctamente. Los cereales integrales además de proveer hidratos de carbono complejos o sea de la mejor calidad para la producción sostenida de glucosa, son también una buena fuente de vitaminas del complejo B, selenio y fibra soluble.
Importancia de los ácidos grasos omega 3 para las funciones cerebrales
La fibra soluble puede regular los niveles de colesterol en la sangre, lo que reduce los riesgos de enfermedades cardiovasculares y lesiones cerebrales, tales como apoplejía. Los pescados grasos como el salmón, la caballa, el atún, el arenque y las sardinas, además de ser fuentes ricas en proteínas, vitaminas del grupo B y calcio, también proveen de ácidos grasos esenciales o saludables conocidos como “omega-3”, indispensables para las funciones cerebrales y del sistema nervioso.
De acuerdo con los aspectos bioquímicos, fisiológicos y moleculares de la nutrición humana, los ácidos grasos omega-3 son necesarios para la síntesis de mielina, que es la capa protectora que recubre los nervios y permite un flujo rápido de los impulsos cerebrales. Además estos ácidos grasos saludables juegan un papel crucial en el comportamiento y la cognición, ya que sus deficiencias se han asociado con la depresión, la dislexia y el déficit de atención.