La Encina es un árbol que crece de manera natural en la mayoría de los países bañados por el mar Mediterráneo. Sus frutos, llamados bellotas al igual que los frutos del roble, se han empleado tradicionalmente para alimentar al ganado.
Las propiedades medicinales de la encina son conocidas desde hace siglos por los pueblos donde estos árboles suelen estar presentes. La encina es muy rica en taninos, de propiedades astringentes, y de ahí su uso en remedios caseros para el tratamiento del acné y de la dermatitis seborreica.
Los beneficios de la encina en el tratamiento de afecciones cutáneas van más allá, gracias a su acción antiséptica. Por ello se emplean en el caso de hemorroides externas, para hacer baños de asiento, también si existe prurito vaginal y no es debido a una infección por hongos, o para aliviar las molestias asociadas a los sabañones.
Para finalizar, la encina favorece la coagulación de la sangre mediante su aplicación local, y por ello puede ser de utilidad cuando se produce una pequeña herida, o incluso ante una hemorragia nasal moderada.
En forma de enjuagues y de colutorios, la infusión de corteza de encina permite aliviar o incluso curar afecciones como la gingivitis, la faringitis o la amigdalitis. Se debe tener la precaución de no tragar el líquido empleado para el tratamiento.
Por vía oral, los mismos taninos de la encina permiten tratar diarreas, así como inflamaciones del intestino.
Pese a las propiedades medicinales de los taninos, que se encuentran mayoritariamente en la corteza de la encina, su concentración es tan elevada como para ser necesaria precaución en las dosis empleadas.