Desde el punto de vista nutricional, el karité es un alimento altamente nutritivo y muy rico en grasas. La manera habitual de consumo es en forma de manteca de karité, la cual se añade a los guisos o se emplea en repostería. No obstante, las propiedades medicinales de la manteca de karité están relacionadas con su uso externo.
La manteca de karité es un producto sólido, granulado, que se funde al contacto con el calor corporal y, al contrario que otras mantecas vegetales, penetra con mucha facilidad en la piel.
La manteca de karité ofrece un filtro solar natural equivalente a un IPS 6, suficiente para las personas de color y los pueblos africanos que desde siempre la han usado para prevenir los eritemas solares y el envejecimiento cutáneo.
Los beneficios de la manteca de karité en el campo de la dermatología son innumerables. Posee este producto una acción antiinflamatoria local capaz de aliviar todo tipo de eccemas y dermatitis, pero además es un buen elemento para transportar aceites esenciales tratantes hasta capas internas de la epidermis, añadiéndolos a la manteca de karité nada más se funde a una temperatura de unos 40ºC.
Por otro lado, la manteca de karité no obstruye los poros, es un producto no comedogénico que puede ser usado en casos de acné, con la precaución de no excederse en la cantidad. La psoriasis también mejora con la aplicación en la zona afectada de manteca de karité e incluso sirve para proteger el cabello de las agresiones ambientales o regenerar la piel curtida o agrietada.
No se recomienda su uso en caso de dermatitis seborreica, a no ser que se emplee como vehículo de otros aceites vegetales astringentes.
Es importante señalar que sólo se puede consumir la manteca de karité apta para el consumo oral, pues la mayoría, al destinarse al uso tópico, puede estar tratada con sustancias tóxicas para realizar la extracción.
Por contener pequeñas cantidades de látex natural, la manteca de karité puede ocasionar reacciones alérgicas a quienes presentan hipersensibilidad al látex.