En la dieta mediterránea tradicional, considerada la más sana del mundo, se incluyen embutidos. Pese a ello, las personas que siguen esa alimentación suelen tener larga vida y unos niveles de colesterol adecuados. En España, en el año 2003, se llevó a cabo un experimento con el jamón ibérico, posiblemente el embutido más popular, obteniéndose resultados sorprendentes que avalan los beneficios del jamón en una dieta cardiosaludable.
El experimento consistía en hacer comer a unas monjas de un convento cantidades elevadas a diario de jamón ibérico, esto es, criado en libertad y con alimentos naturales, y realizarles analíticas periódicamente. Para sorpresa de muchos, todas las religiosas experimentaron un descenso en los niveles de colesterol LDL. Evidentemente, las personas estudiadas no podían variar su dieta habitual más allá del consumo diario de jamón natural.
Existe una explicación para esta paradoja (grasa animal que reduce el colesterol malo). El jamón natural es un alimento con un excelente equilibro entre grasas saturadas, monoinsatarudas y poliinsaturadas, lo que de entrada ya lo hace poco perjudicial para personas con problemas de exceso de colesterol en sangre. Pero además, el jamón es muy rico en ácido oleico, el mismo que se encuentra en el aceite de oliva y que reduce los niveles de colesterol LDL, aumentando a su vez los del llamado colesterol bueno o HDL, capaz de compensar los riesgos para la salud del primero.
A estos beneficios para bajar el colesterol malo se deben añadirse las propiedades del jamón como alimento antianémico y reconstituyente, siendo uno de los pocos alimentos que aportan vitamina B12 sin elevar los niveles de colesterol.
El consumo habitual de aceite de oliva, jamón y productos de la huerta entre los pueblos mediterráneos parece ser la clave de su longevidad.