A finales de los años 80 y principios de los 90 el estudio de la menor incidencia de ciertos tipo de cáncer el algunas poblaciones asiáticas y mediterráneas condujo al descubrimiento de nuevos antioxidantes, mucho más potentes que las ya conocidas vitaminas A, C y E. Muchos de esos potentes antioxidantes perteneces al grupo de los flavonoides.
Los flavonoides son pigmentos que se encuentran en la mayoría de vegetales, algas y microalgas, aunque existen especies vegetales ricos en antioxidantes pero no comestibles.
Algunos flavonoides pueden acumularse en el organismo y pueden ser ingeridos a través de pescados o mariscos, aunque la mejor manera de aprovechar los beneficios de los flavonoides es mediante el consumo de vegetales y algas, a ser posible con la piel exterior, donde se produce la mayor concentración de flavonoides.
Las propiedades medicinales de los flavonoides varían poco de un tipo a otro. Así, de manera general, se puede hablar del poder preventivo frente a algunos tipos de tumores. También protegen el sistema cardiovascular, por un lado rebajando los niveles de colesterol y triglicéridos como sucede con las quercitinas del té, por otro reforzando los microcapilares como hacen las antocianinas, y con el habitual efecto antitrombótico de casi todos los antioxidantes.
Todos los flavonoides ayudan a prevenir y retrasar el avance de numerosas dolencias degenerativas, por su acción antienvejecimiento, a la vez que presentan propiedades astringentes. Además muchos de ellos poseen una acción antiinflamatoria difusa, empleada para aliviar numerosas patologías, pues los flavonoides pueden y deben estar presentes en la dieta de manera habitual, durante todo el año.
Muchos flavonoides funcionan como protectores gástricos y hepáticos.
Los flavonoides más apreciados por sus propiedades medicinales son las antocianinas de las bayas, las flavonas de la soja y otras semillas, y las quercetinas del té.
Consumidos de manera natural, a través de los alimentos, resulta imposible sufrir una intoxicación de flavonoides.