Los granos de Kéfir se asemejan a la textura de la coliflor en aspecto ya que se presentan unidos, y han sido utilizados por distintas culturas durante milenios para obtener un producto lácteo fermentado que hoy los médicos alternativos recomiendan para su consumo diario debido a los muchos beneficios que ofrece a la salud integral.
La elaboración del producto fermentado se obtiene simplemente mezclando los microrganismos presentes en el cultivo iniciador (granos de Kéfir) a la leche, en ellos se encuentran bacterias Lactobacillus y levaduras que fermentan la lactosa, produciendo ácido láctico y acético. Las propiedades antibacterianas de los granos de Kéfir en parte se deben a su alto contenido de ácidos (pH ácido de 4,5).
Los granos de Kéfir contienen lactasa, la enzima que se encarga de la descomposición de la lactosa o el azúcar primaria de la leche, lo cual es muy benéfico para aquellas personas que tengan intolerancia a la lactosa, ya que sus intestinos no producen suficiente lactasa, causando un desequilibrio digestivo que deriva en gases, distensión abdominal, etc.
En resumen el consumo de productos lácteos puede causar desordenes intestinales en personas con intolerancia a la lactosa como cólicos de gases, distensión abdominal, diarrea y malestar, pero los probióticos como el Kéfir pueden reducir estos síntomas, ya que las bacterias saludables presentes en la leche fermentada con Kéfir neutralizan a las dañinas que se alimentan de los azucares sin digerir. Otro beneficio colateral es que los probióticos ayudan a reducir el riesgo de infecciones gastrointestinales.
Un estudio publicado en "Journal of the American Dietetic Association" demostró que el kéfir mejora la digestión de la lactosa y disminuye los síntomas abdominales relacionados con la intolerancia, así como también otros estudios de laboratorio han examinado los efectos benéficos del Kéfir sobre el colesterol alto y el cáncer, habiendo demostrado tener efectos favorables sobre estas dos últimas condiciones graves de salud.